El enemigo invisible

Y por qué ellos sí y yo no. Que no quiero que ellos no. Quiero que yo sí.

Cuentos de vida

Pruebas que agotan para buscarte. A veces te encuentran, otras no. Otras te encuentran demasiado tarde.

La incertidumbre de luchar contra un cobarde que se esconde, que juega y que cansa. Que te mina las esperanzas y la vida.

La primera vez la batalla fue más justa, enseñaste tus cartas y te gané la partida.

Aprendí muchas cosas, me enfrenté al miedo, viví cada momento y di importancia a lo importante.

Pero la guerra no había terminado y tú lo sabías. Yo no.

En una de las infinitas pruebas que tratan de seguir buscándote y que te hacen recordar la pesadilla, volviste a aparecer. Esta vez venías silencioso, rápido y peligroso.

No lo pensé, viví, disfruté y cuando llegó la hora, te volví a enfrentar con las mismas fuerzas de hace tres años. Y me dijeron que todo estaba curado, que me olvidase y siguiera mi vida. Parecía que volvía a ganar la batalla. Pero no. Aún no.

Los resultados finales dijeron que tu silueta, oscura y silenciosa sigue presente.

En menos de dos meses nos volvemos a enfrentar, tú estas fresco y yo cansada. Tú cobarde, como siempre, sin darme un respiro.

La gente se admira de nuestra fortaleza, fui fuerte, no sé si ya lo soy. Porque la injusticia te hace perder fuerzas, la incertidumbre llama al miedo. Te dicen que todo va a salir bien, eso te hace sentir mal, porque no lo sabes, nadie lo sabe.

Y lloras, claro que lloras, y te enfadas con el mundo. Es verdad que hay que estar animado y fuerte, para no darle ventaja. Pero también es necesario hundirte a ratos. Y te vuelves a levantar, te pintas los labios y sales a vivir el momento. Porque si algo me enseñaste hace tres años es que hay que aprovechar todo lo bueno. Hay que hacerlo rápido, por si acaso...

Porque la vida te puede cambiar en un segundo, y nosotros lo sabemos mejor que nadie.

A veces siento un volcán de emociones, ellas quieren salir poco a poco y yo las voy sujetando. Por no dañar, por no seguir sufriendo. Y las emociones van en aumento. Rabia, miedo, tristeza, frustración. Es como un volcán que se va llenando, y si poco a poco no dejas salir las emociones y el dolor. El volcán explota. Hay que ir sacando lava, aunque duela, aunque queme.

Por eso tienes que permitirte llorar, enfadarte, reír, luchar, rendirte, que te duela tu duelo. Y los nuestros, los que van con nosotros a la guerra, nos tienen que ayudar. A veces queremos llorar a solas, lo necesitamos. Otras cogidos de la mano. A veces nos enfadamos por cosas sin sentido, de manera injusta, pero no es con vosotros, es con él.

No sé si somos héroes, porque no lo elegimos, lo sufrimos. Pero aunque así fuera los héroes también se cansan, a ratos, de serlo.

Bueno y yo a seguir luchando, en menos de dos meses dos operaciones y ahora no sé si estás o no. Y, por supuesto no sé dónde. Y quizás eso es lo que da más miedo.

Siento que esta vez no encuentre lo positivo, no es el momento, al menos el mío. No quiero verlo, me niego, no puedo.

Porque esto es peligroso y hay que verlo como lo que es.

Porque si me persiguiera un león no me haría la heroína, trataría de sobrevivir. Y eso voy a intentar, sobrevivir, pero con un cabreo, que igual ahora el que se asusta eres tú, COBARDE.

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