Al dañar a los demás también te dañas a ti mismo.
Estrés
La ira es una respuesta normal del ser humano cuando se siente amenazado o frustrado. No obstante, si no se controla bien, puede convertirse en un problema ya que trastorna física y psicológicamente a la persona. Daña el sistema circulatorio, acelera la respiración, eleva la tensión arterial y tensa la musculatura corporal. Dificulta el sueño y perturba la alimentación y digestión. Todo ello sin mencionar el daño que les infringe a los que nos rodean y se convierten en objeto de nuestra ira.
- Busquemos la causa de nuestro enfado: Emociones como la tristeza, el miedo, el estrés, la vergüenza o el cansancio son sustitutos de la ira, hay que buscar cuál es el origen de este sentimiento.
- Desahóguese llorando: El llanto calma la tristeza y las lágrimas apagan la ira.
- Comprenda a los demás: La hostilidad se origina por la forma en que se interpreta lo que la otra persona dice o hace, sea objetivo, como un científico a la hora de juzgar qué están pensando los demás.
- Integrar actitudes de respeto y prudencia: Exigir respeto hacia uno mismo no está reñido con tener respeto hacia los demás.
- Concentrarse en el presente: Evite tener resentimientos o heridas del pasado, ya que eso sólo aumentará su enfado.
- No deje que el vaso rebose: Si tiene ira sin resolver y el vaso está casi lleno cualquier pequeño inconveniente puede conseguir que rebose. Se pueden decir las cosas sin faltar al respeto, siendo asertivo. Aprenda a decir no y establezca límites. Además se puede encontrar con alguien que también lleve su vaso lleno y el choque entre ambos puede tener consecuencias desastrosas.
- Identifique lo que dice su cuerpo: Si existen dificultades para respirar, el pulso acelerado, dolor de cabeza o estómago, así como rigidez en los músculos es señal de que hay que calmarse. Cuente hasta diez antes de explotar y después concéntrese en explicar lo que quiera sin perder los modales.
- Respiración profunda: Inspire profundamente y retenga el aire contando hasta cinco, después expire lentamente y una vez expulsado cuente otra vez hasta cinco. Concéntrese en la respiración y no en el objeto de su enfado.
- Cambie su forma de pensar: Abandone los pensamientos negativos y empieze a pensar de forma objetiva y positiva. Reaccione de una forma proporcional y justa a los ataques. Evite la explosión de ira.
- Cambiar de entorno: Hacer ejercicio, andar, escuchar música, gritar en el campo, pegarle al saco, etc. Cualquier cosa que nos desahogue y no dañe a otras personas.
Es una cuestión de cambiar la forma que tenemos de reaccionar, no es fácil, llevamos años dejándonos llevar por la ira. En caso de encontrar dificultades sería recomendable acudir a un psicólogo que nos ayude y nos explique qué hacemos mal y cómo cambiarlo.
Autora: Rosa María Miguel.