Un hombre entrado en años llegó esa mañana al consultorio médico. Necesitaba curarse de una herida en la mano y tenía mucha prisa porque quería desayunar con su mujer.
Cuentos de vida
Un hombre entrado en años llegó esa mañana al consultorio médico. Necesitaba curarse de una herida en la mano y tenía mucha prisa. Mientras el facultativo lo asistía le preguntó cuáles eran las razones de su urgencia.
Contestó que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer. Ella padecía alzheimer y llevaba algún tiempo internada. Cuando acabó de vendar la herida, el galeno le preguntó si su esposa podría alarmarse en caso de que él llegara tarde.
–No, ella ya no sabe quién soy. Hace un año que no me reconoce, respondió el paciente.
Extrañado, el doctor agregó:
–Si no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas, con tanta puntualidad?
El herido sonrió y, dándole unas palmaditas en la mano al joven doctor le dijo:
–Ella ya no sabe quién soy, pero yo sé muy bien quién es ella. La conocí en su plenitud y era una mujer extraordinaria. Siempre disfrutó mientras le leía cuentos y poesías en el desayuno.
Cuando el hombre se retiraba del consultorio, el médico, con lágrimas en los ojos, se dijo para sí mismo:
–Ésa es la clase de vínculo que anhelo alcanzar en mi vida. El verdadero amor no se reduce ni a lo físico ni a lo romántico. Es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no es...
Extraído del libro
Cuentos para regalar a personas soñadoras.
Enrique Mariscal (Grijalbo)