Cuando estamos enfermos nos cuidan, nos entienden. Pero cuando es el corazón el que se rompe, todos disimulan y nos sentimos solos, más solos que nunca. Porque hay algo peor que se te parta el alma.
Cuentos de vida
Había un rey que buscaba esposa pero no encontraba a nadie a quien querer y a nadie que le quisiera. Su tristeza iba en aumento día tras día. Hasta que un día cayó enfermo. Mandaron traer a los mejores médicos del reino pero ninguno daba con el remedio a la enfermedad del rey.
Una mañana una joven esclava, famosa por su sabiduría y por curar enfermedades en el pueblo fue llamada a palacio y los médicos desesperados le pidieron ayuda. Ella advirtió que no era médico pero podía intentar ayudar al rey.
Cuando vio al monarca rápido se percató de lo que le ocurría. Estaba enfermo pero del alma y ella no sabía cómo curar las heridas del corazón. Ver al rey así la sumió en una profunda tristeza y se quedó allí cuidándole con cariño. Cada tarde se sentaba al lado de su cama y conversaban sobre las cosas divertidas de la aldea, sobre la vida, sobre el amor.
Poco a poco el rey fue recuperándose, ante la sorpresa de todos, incluida la esclava. Hasta que un día el rey se recuperó del todo. Los médicos agradecieron a la esclava sus servicios y le quisieron pagar con 300 doblones de oro. Ella se negó porque consideraba que no había curado al rey. Se marchó como había venido aunque en su rostro caían lágrimas de tristeza porque sin darse cuenta y en silencio se había enamorado del rey. Pero dónde iba ella !Una simple esclava!
Por la mañana el rey preguntó por Esperanza, que así se llamaba la esclava y le dijeron que ya había partido de palacio.
- ¿Cómo que ha partido? - ¿Quién le dijo que se fuera? - vociferó el rey.
- Nosotros pensamos que ya no hacía falta, que su alteza estaba curada y ella dijo que no había hecho nada, que os curasteis solo. - dijeron los médicos.
- Estáis ciegos, ella descubrió mi enfermedad, ella miró mi corazón y ella me dio lo que necesitaba, quién sino ella me ha curado ineptos.
- Traed mi caballo y rezad porque la encuentre.
El rey subido a su caballo se fue en busca de su amada, por el camino pensaba si ella le querría, si estaría casada.
Soy tan egoísta que no sé nada de su vida, moriré de pena si no me quiere – decía para sí.
Llegó a la aldea dónde un día vivió Esperanza con la esperanza de encontrarla allí. Preguntó a los aldeanos y al fin encontró su casa. Esperanza estaba dentro muy enferma, tenía la misma enfermedad que un día postró al rey en una cama. Estaba enferma de amor.
El rey la llevó a palacio y esta vez fue él quien tuvo que cuidarla. Esperanza no se podía creer lo que estaba pasando. No, no era que iba a ser reina, eso era lo de menos. Lo importante es que podía pasar el resto de sus días con el hombre que amaba. Eso si que la hizo sentirse una reina.
Autora: Rosa María Miguel.