Unos discípulos le preguntan al maestro cuál era la mejor manera de combatir los defectos.
Cuentos de vida
En la antigua Persia vivía un sabio muy respetado por sus discípulos, quienes un día, mientras se hallaban paseando, le preguntaron:
- Maestro, ¿cómo podemos combatir nuestros propios defectos?
El sabio los llevó hacia un lugar lleno de árboles y, una vez allí, ordenó a uno de los jóvenes que arrancara un arbolito de escasa altura. El discípulo lo arrancó sin dificultad con una sola mano. El sabio le indicó enseguida otro árbol más grande, el cual fue arrancado por el joven con más esfuerzo. A continuación trató de sacar un árbol más robusto pero sólo pudo hacerlo con la ayuda de otro compañero. Por último, el maestro indicó un árbol corpulento, al que no consiguió mover de su lugar, el esfuerzo de todos los jóvenes juntos.
- No podemos -dijeron, desalentados-. La tarea resulta superior a nuestras fuerzas. Es imposible arrancarlo.
- Eso es lo que ocurre con nuestros defectos -dijo el sabio-. Al principio, cuando no están bien arraigados, es fácil quitarlos, pero cuando dejamos que echen hondas raíces, entonces sí resulta imposible arrancarlos de nuestro corazón.