Cuando las cosas no van del todo bien descubrimos quiénes son nuestros verdaderos amigos.
Cuentos de vida
Después de haber sostenido la posición de avanzada como la misión encomendaba, el sargento había ordenado la retirada.
Las tropas enemigas se acercaban y había que regresar a las propias filas entre la metralla y el bombardeo.
A la carrera la mayoría de los soldados se zambulló en la trinchera del lado seguro.
-Sargento -dijo Antonio-, Pedro no está.
-Cuánto lo siento -contestó el sargento-, debe haber caído durante la retirada.
Antonio agarró el fusil y se puso de pie.
-¿Qué hace soldado? ¡Agáchese inmediatamente! -ordenó el sargento.
-Voy por él -dijo Antonio.
-¡Quédese donde está! -ordenó-. Aun cuando pudiera encontrarlo, no tiene sentido correr ese riesgo. Lamentablemente Pedro ha sido alcanzado por las balas del enemigo.
-No le estoy pidiendo permiso -dijo Antonio y empezó a correr hacia la zona que acababan de abandonar.
-¡Soldado! -gritó inútilmente el sargento-. ¡Soldado!
Media hora después, cuando todos lo daban también por muerto, Antonio regresaba arrastrándose con una bala en su pierna y una chapa de identificación apretada en su mano derecha. Era la placa que había arrancado del cuerpo sin vida de Pedro.
El sargento saltó de la trinchera para ayudar a Antonio a llegar. Mientras lo empujaba literalmente dentro del enlodado lugar le gritaba a los enfermeros que le pusieran un torniquete en la herida para detener la hemorragia.
-Te dije que no valía la pena -le dijo mientras señalaba la placa de metal.
-Valía -dijo Antonio.
-No entiendo, de todas maneras está muerto y ahora te tengo herido gravemente. Podías haber muerto.
-¿Sabe, sargento? -dijo Antonio. Cuando lo encontré todavía vivía... me acerqué y le tomé las manos. Él abrió los ojos y me miró... Casi sonrió... valió la pena, antes de morir en mis brazos me dijo “sabía que vendrías”
Fuente: Del libro el camino de las lágrimas de Jorge Bucay.