¿Somos felices? Necesitamos pastillas para dormir, comprimidos para evacuar nuestros intestinos perezosos, calmantes para los dolores de cabeza y ansiolíticos para soportar nuestra existencia.
Estrés
!Nuestra época es fantástica!
Jamás la humanidad había conocido una evolución tan explosiva. Nuestras realizaciones sobrepasan los sueños de nuestros antepasados. Ícaro está eclipsado por nuestros astronautas. Nuestros sabios van al corazón del átomo para arrancar los secretos mejor guardados de la naturaleza y domestican la energía nuclear. Nuestra existencia se asemeja a un cuento de hadas, si la comparamos a la de los siglos precedentes. !Qué pena que estemos hastiados!
Es trivial sentarse en un Boeing y sobrevolar el polo, confortablemente instalado en un sillón, mientras tal vez, bajo el hielo, cruza un submarino atómico. Y en el avión... dormimos...
!Sin necesidad de remontarnos a los Galos, pensemos en la admiración de Luis XIV si hubiese podido ver un televisor, o simplemente un mp3!
Niños mimados, nos quejamos si las imágenes del TDT son poco nítidas.
El uso de los coches es tan común que nos parece lo más natural desplazarnos a 120 km por hora por la autovía ( bueno 110 que hay que ahorrar).
Marcamos con nuestro móvil y al otro lado del mundo una voz amada nos responde.
Pasamos al lado de tantos milagros cotidianos que encontramos todo esto normal y ordinario y nada nos llama la atención. Gracias a nuestros científicos, ingenieros y técnicos tenemos calefacciones a una temperatura siempre uniforme. Bien vestidos, bien alimentados, vivimos en el lujo.
PERO, HAY UN PERO...
Observemos la multitud anónima que desfila por nuestras calles saturadas. Observe esos rostros lúgubres, preocupados, esos rasgos fatigados no iluminados por ninguna sonrisa. Mire esas espaldas encorvadas, esos tórax estrechos, esos estómagos obesos. ¿Son felices todos esos civilizados? Ya no tienen hambre ni frío, por lo menos la mayoría, pero necesitan pastillas para dormir, comprimidos para evacuar sus intestinos perezosos, calmantes para sus dolores de cabeza y ansiolíticos para soportar su existencia. Aislados de la naturaleza, hemos realizado la proeza de contaminar el aire de nuestras ciudades, nos hemos encerrado en nuestros despachos y hemos desnaturalizado la alimentación. El duro combate por el dinero ha endurecido nuestros corazones, ha impuesto silencio a nuestros escrúpulos, ha pervertido nuestros principios y nuestra moral. Las enfermedades mentales hacen estragos cada día mayores, así como las enfermedades psicosomáticas.
¿Cómo detener esto?
Aun nuestra medicina, aunque constantemente en progreso es impotente. Ha adquirido sin embargo, un capital de conocimientos que suscitan nuestra legítima admiración y orgullo. Ha eliminado flagelos como la peste, la tuberculosis, la difteria, la viruela, por no citar otros tantos. Además de los antibióticos, nos ofrece una multitud de remedios eficaces y cada día descubre otros nuevos.
Pero todo esto no basta.
Por el contrario, los mismos progresos dan a nuestros civilizados una feliz impresión de seguridad. Creen que todo les está permitido; ningún exceso les asusta, nada les detiene. ¿Cae uno enfermo? “Basta” con ir al cúralotodo: a él le corresponde reparar los desgastes rápidamente; es su oficio, se le paga para eso. No quieren darse cuenta de que su erróneo modo de vivir es el causante de la mayoría de sus males, y que mientras no lo modifiquen, los médicos, a pesar de su ciencia y de su abnegación, no podrán asegurarles sino una salud precaria entre dos enfermedades.
UN REMEDIO: EL YOGA.
La solución pasa necesariamente por el individuo. ¿Qué representa el individuo aislado, qué importancia tiene frente a la masa? Poca cosa en apariencia. Pero la situación no puede mejorar, el problema no puede resolverse si no es a través de una disciplina personal, de la que el yoga constituye, sin lugar a dudas, la forma más práctica, la más eficiente, la mejor adaptada a las exigencias de la vida moderna. “ Si quieres cambiar el mundo, comienza por cambiarte a ti mismo”. Gracias al yoga, el civilizado puede volver a encontrar la alegría de vivir.
El yoga le proporciona salud y longevidad mediante las asanas que devuelven flexibilidad a la columna vertebral, verdadero eje vital, calman sus nervios sobreexcitados, relajan sus músculos, vivifican sus órganos y sus centros nerviosos. El pranayama (ejercicios respiratorios) proporcionan oxígeno y energía a cada célula, purifica el organismo quemando los desechos, expulsa las toxinas, al tiempo que la relajación le permite preservar la integridad de su sistema nervioso, le previene contra la ansiedad y le libera del insomnio.
Para el adepto al yoga, el cuidado del cuerpo es un deber sagrado.
Pero siguiendo las palabras de Swami Sivananda: “Una onza de práctica vale más que toneladas de teoría”.
Asique... “PONGAMONOS MANOS A LA OBRA”