Afilar el hacha
Si quieres prosperar tienes que saber qué hacer y hacerlo bien.
Si quieres prosperar tienes que saber qué hacer y hacerlo bien.
En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito de obtener trabajo. Habló con el responsable y éste, al ver el aspecto y la fortaleza de aquel joven, lo aceptó sin pensárselo y le dijo que podía empezar al días siguiente.
Durante su primer día en la montaña trabajó duramente y cortó muchos árboles.
El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue escasamente la mitad del primer día.
El tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento golpeaba el hacha con toda su furia contra los árboles. Aun así, los resultados fueron nulos.
Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó:
-¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?
El joven respondió:
-Realmente, no he tenido tiempo... He estado demasiado ocupado cortando árboles...
Todos los caminos del mundo conducen al corazón del guerrero; él se sumerge sin vacilar en el río de pasiones que siempre corre por su vida.
Todos los caminos del mundo conducen al corazón del guerrero; él se sumerge sin vacilar en el río de pasiones que siempre corre por su vida.
El guerrero sabe que es libre para escoger lo que desee; sus decisiones son tomadas con coraje, desprendimiento y – a veces – con una cierta dosis de locura.
Acepta sus pasiones y las disfruta intensamente. Sabe que no es preciso renunciar al entusiasmo de las conquistas; ellas forman parte de la vida, y alegran a todos los que en ellas participan.
Pero jamás pierde de vista las cosas duraderas y los lazos creados con solidez a través del tiempo.
Un guerrero sabe distinguir lo que es pasajero y lo que es definitivo.
Un Tipo de Estrategia
Comenta un sabio chino sobre las estrategias del guerrero de la luz:
Haz creer a tu enemigo que no conseguirá grandes recompensas si decide atacarte; así disminuirás su entusiasmo”.
“No te avergüences de retirarte provisionalmente del combate si percibes que tu enemigo está más fuerte; lo importante no es la batalla aislada, sino el final de la guerra.”
“Si estás lo bastante fuerte, tampoco tengas vergüenza de fingirte débil; esto hace que tu enemigo pierda la prudencia y ataque antes de hora”.
“En una guerra, la capacidad de sorprender al adversario es la base de la victoria”.
Reflexiones del Guerrero de la Luz - Cuando Arriesgar
Un guerrero de la luz, antes de entrar en un combate importante, se pregunta a sí mismo: “¿hasta qué punto desarrollé mi habilidad?”.
Él sabe que las batallas libradas en el pasado siempre terminaron por enseñarle alguna cosa. Sin embargo, muchas de estas enseñanzas hicieron sufrir al guerrero más de lo necesario. Más de una vez perdió su tiempo luchando por una mentira.
Pero los victoriosos no repiten el mismo error.
Un guerrero no puede rehusar la lucha; pero sabe también que no debe arriesgar sentimientos importantes a cambio de recompensas que no están a la altura de su amor.
Por eso el guerrero solo arriesga su corazón por algo que vale la pena.
Reflexiones del Guerrero de la Luz - Perteneciendo al Mundo
Los guerreros de la luz mantienen el brillo en los ojos.
Están en el mundo, forman parte de la vida de otras personas, y comenzaron su jornada sin alforja y sin sandalias. Muchas veces son cobardes. No siempre actúan correctamente.
Los guerreros de la luz sufren por cosas inútiles, tienen actitudes mezquinas y a veces se consideran incapaces de crecer. Frecuentemente se consideran indignos de cualquier bendición o milagro.
Los guerreros de la luz no siempre tienen la certeza de qué están haciendo aquí.
Muchas veces pasan noches en vela, pensando que sus vidas no tienen sentido.
Por eso son guerreros de la luz. Porque se equivocan. Porque se preguntan.
Porque buscan una razón – y con seguridad terminarán encontrándola.
Lo mejor y lo peor
Dice un poeta: “el guerrero de la luz escoge a sus enemigos”
El guerrero sabe de lo que es capaz. No necesita ir por el mundo contando sus cualidades y virtudes. Sin embargo – como en el viejo Oeste – a cada momento aparece alguien queriendo probar que es mejor que él.
El guerrero sabe que no existe “mejor” o “peor”, que cada uno tiene los dones necesarios para su camino individual.
Pero ciertas personas insisten. Provocan, ofenden, hacen todo lo posible para irritarlo. En este momento el corazón del guerrero le dice “no aceptes las ofensas, ellas no aumentarán tu habilidad. Te cansarás en vano”.
Un guerrero de la luz no pierde su tiempo escuchando provocaciones, él tiene un destino a cumplir.
Reflexiones del Guerrero de la Luz - Siguiendo Adelante
El guerrero de la luz no siempre tiene fe. Hay momentos en los que no cree absolutamente en nada.
Y pregunta a su corazón: “¿Valdrá la pena tanto esfuerzo?”
Pero el corazón continúa callado, y el guerrero tiene que decidir por sí mismo.
Entonces busca un ejemplo. Y recuerda que Jesús pasó por algo semejante – para poder vivir la condición humana en toda su plenitud.
“Aleja de mí este cáliz”, dijo Jesús. También Él perdió el ánimo y el valor, pero no se detuvo.
El guerrero de la luz continúa sin fe.
Pero, aún así, sigue adelante, y la fe termina volviendo.
Reflexiones del Guerrero de la Luz - Usando la Propia Locura
Un guerrero de la luz estudia con mucho cuidado la posición que pretende conquistar.
Por más difícil que sea su objetivo, siempre existe una manera de superar obstáculos. Él verifica los caminos alternativos, afila su espada y procura llenar su corazón de la perseverancia necesaria para enfrentar el desafío.
Pero, a medida que avanza, el guerrero se da cuenta de que existen dificultades con las que no contaba.
Si se queda esperando el momento ideal, nunca saldrá del lugar; ve que será preciso un poco de locura para dar el próximo paso.
El guerrero usa un poco de locura. Porque, en la guerra y en el amor, no es posible prever todo.
Reflexiones del Guerrero de la Luz IV
Todo guerrero de la luz ya tuvo miedo de entrar en combate.
Todo guerrero de la luz ya traicionó y mintió en el pasado.
Todo guerrero de la luz ya perdió la fe en el futuro.
Todo guerrero de la luz ya recorrió un camino que no era el propio.
Todo guerrero de la luz ya sufrió por cosas sin importancia.
Todo guerrero de la luz ya pensó que no era un guerrero de la luz
Todo guerreo de la luz ya falló en sus obligaciones espirituales.
Todo guerrero de la luz ya dijo sí cuando quería decir no.
Todo guerrero de la luz ya hirió a alguien a quien amaba.
Por eso es un guerrero de la luz:
Pasó por todo eso, y no perdió la esperanza de ser mejor de lo que es.
Paulo Coelho
No sé si eres el gusano y yo el escarabajo, o al revés, pero seguro que somos distintos y que nos movemos en planos diferentes. Yo, aunque sea gusano, te seguiré buscando día a día.
Un gusano y un escarabajo eran amigos y se pasaban charlando largas horas.
El escarabajo era consciente de que su amigo el gusano era muy limitado en movilidad, tenía visión muy restringida y era muy tranquilo y pasivo comparado con los escarabajos.
El gusano, por su parte, era muy consciente de que su amigo el escarabajo venía de otro ambiente, y de que, en comparación con los gusanos de su especie, comía cosas desagradables, era muy acelerado, tenía una imagen grotesca y hablaba con mucha rapidez.
Un día, la compañera del escarabajo le cuestionó a éste su amistad con el gusano, preguntándole cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro de un ser tan inferior, un ser tan limitado en sus movimientos, y por qué seguía siendo amigo de alguien que ni siquiera le devolvía los saludos efusivos que el escarabajo le hacía desde lejos.
Pero el escarabajo era consciente de que, debido a lo limitado de su visión, el gusano muchas veces ni siquiera veía que alguien lo saludaba y, si acaso llegaba a notarlo, no distinguía si era o no el escarabajo, y por ello no contestaba el saludo. Sin embargo, el escarabajo calló para no discutir con su compañera.
Fue tanta la insistencia de la escarabajo y tantos sus argumentos cuestionando la amistad que su compañero mantenía con el gusano que el escarabajo decidió poner a prueba esa amistad alejándose del gusano para esperar a que éste lo buscara.
Pasó el tiempo, y un día llegó la noticia de que el gusano estaba muriendo, pues su organismo se había resentido por los esfuerzos que cada día hacía para ir a ver a su amigo el escarabajo y, como no lo conseguía durante toda una jornada diurna, el gusano tenía que volver sobre sus pasos para pasar la noche en el refugio de su propia casa.
Al saber esto, el escarabajo, sin preguntar a su compañera, decidió ir a ver al gusano.
En el camino se cruzó con varios insectos que le contaron de las diarias e infructuosas peripecias del gusano para ir a ver a su amigo el escarabajo y averiguar qué le había pasado. Le contaron de cómo se exponía día a día para ir a buscarlo, pasando cerca del nido de los pájaros. De cómo sobrevivió al ataque de las hormigas y así sucesivamente.
Llegó el escarabajo hasta el árbol donde yacía el gusano esperando ya el momento final. Y al verlo a su lado, el gusano, apenas con un hilo de vida, le dijo al escarabajo cuánto le alegraba ver que se encontrara bien. Sonrió por última vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le había pasado a éste.
El escarabajo sintió vergüenza por haber permitido que las opiniones de otros minaran su amistad con el gusano y sintió dolor por haber perdido las muchas horas de regocijo que las conversaciones con su amigo le proporcionaban y, sobre todo, por haberle puesto en una situación que le causó la muerte.
Al final entendió que el gusano, siendo tan diferente, tan limitado y tan distinto de lo que él era, era su amigo, a quien respetaba y quería porque, a pesar de pertenecer a otra especie, le había ofrecido su amistad. Y así aprendió varias lecciones ese día:
•La amistad está en ti y no en los demás. Si la cultivas en tu propio ser, encontrarás el gozo del amigo.
•El tiempo no condiciona las amistades. Tampoco lo hacen las razas ni las limitaciones propias o las ajenas.
•El tiempo y la distancia no son los factores que destruyen una amistad. La destruyen las dudas y nuestros temores.
•Cuando pierdes un amigo, una parte de ti se va con él. Las frases, los gestos, los temores, las alegrías, las ilusiones... todo lo que ambos compartieron en el tiempo, se va con él.
El escarabajo murió poco después. Nunca se le escuchó quejarse de quien mal lo aconsejó, pues fue decisión suya el prestar oídos a las críticas sobre su amigo.
Si tienes un amigo no pongas en tela de juicio lo que él es, pues sembrando dudas cosecharás temores. No te fijes demasiado en cómo habla, cuánto tiene, qué come o qué hace, pues con ello estarás echando en saco roto tu confianza.
Reconoce la riqueza de quien es diferente a ti y, aun así, está dispuesto a compartir contigo sus ideales y temores. La esencia del gusano y el escarabajo se volvieron una sola en el plano más allá de esta vida.
No sé si eres el gusano y yo el escarabajo, o al revés, pero seguro que somos distintos y que nos movemos en planos diferentes. Yo, aunque sea gusano, te seguiré buscando día a día; pero si fuera escarabajo, no prestaré oído a las críticas, vengan de donde vengan.
Si fuera gusano, ignoraré lo grotesco que me puedas parecer. Si fuera escarabajo, haré uso de mis habilidades para servirte.
Hagas lo que hagas con tu vida siempre habrá personas que te criticarán. Si no quieres ir por la vida dando tumbos, coge las riendas y elije tu el camino.
“Había una vez un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en pueblo. Puesto que el asno estaba viejo, llegaron a una aldea caminando junto al animal, en vez de montarse en él. Al pasar por la calle principal, un grupo de niños se rió de ellos, gritando:
-¡Mirad qué par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarlo, van los dos andando a su lado. Por lo menos, el viejo podría subirse al burro.
Entonces el anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha. Llegaron a otro pueblo y, al transitar entre las casas, algunas personas se llenaron de indignación cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando al lado. Entonces dijeron a viva voz:
-¡Parece mentira! ¡Qué desfachatez! El viejo sentado en el burro y el pobre niño caminando.
Al salir del pueblo, el anciano y el niño intercambiaron sus puestos. Siguieron haciendo camino hasta llegar a otra aldea. Cuando la gente los vio, exclamaron escandalizados:
-¡Esto es verdaderamente intolerable! ¿Han visto algo semejante? El muchacho montado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado.
-¡Qué vergüenza!
Puestas así las cosas, el viejo y el niño compartieron el burro. El fiel jumento llevaba ahora el cuerpo de ambos sobre su lomo. Cruzaron junto a un grupo de campesinos y éstos comenzaron a vociferar:
-¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tienen corazón? ¡Van a reventar al pobre animal!
Estando ya el burro exhausto, y siendo que aún faltaba mucho para llegar a destino, el anciano y el niño optaron entonces por cargar al flaco burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente se apiñó alrededor de ellos. Entre las carcajadas, los pueblerinos se mofaban gritando:
-Nunca hemos visto gente tan boba. Tienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas. ¡Esto sí que es bueno! ¡Qué par de tontos!
La gente jamás había visto algo tan ridículo y empezó a seguirlos.
Al llegar a un puente, el ruido de la multitud asustó al animal que empezó a forcejear hasta librarse de las ataduras. Tanto hizo que rodó por el puente y cayó en el río. Cuando se repuso, nadó hasta la orilla y fue a buscar refugio en los montes cercanos.
El molinero, triste, se dio cuenta de que, en su afán por quedar bien con todos, había actuado sin el menor seso y, lo que es peor, había perdido a su querido burro”
MORALEJA
Es imposible contentar a todo el mundo. Hagas lo que hagas, siempre habrá alguien que te critique. Por lo tanto haz lo que quieras y acepta las críticas.
Las perlas son el resultado del crecimiento provocado por la presencia en el interior de la concha de una partícula de material ajeno. Una ostra que no ha sido herida no puede producir perlas.
Las perlas son el resultado del crecimiento provocado por la presencia en el interior de la concha de los moluscos de una partícula de material ajeno (grano de arena). Una ostra que no ha sido herida no puede producir perlas, por ello están asociadas a las lágrimas, existiendo la creencia que las perlas dan mala suerte si van engarzadas, no así si están solas.
Las perlas son producto del dolor, es el resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable al interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. En la parte interna de la ostra se encuentra una sustancia lustrosa llamada nácar, cuando un grano de arena penetra en la ostra, las células de nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y capas y más capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Como resultado, se va formando una hermosa perla. Una ostra que no haya sido herida de algún modo, no puede producir perlas. ... Porque la perla es una herida cicatrizada.
¿Te has sentido lastimado por palabras hirientes?
¿Has sido acusado de haber dicho cosas que nunca dijiste?
¿Tus ideas fueron rechazadas o mal interpretadas? ¿O quizás fueron tomadas por alguien para presentarlas como propias?
¿Has sufrido golpes de los que adquieren ideas preconcebidas indebidamente?
¿Has sido objeto de la indiferencia?
Entonces… ¡produce una perla!
Cubre cada una de tus heridas con varias capas de amor
Muchas personas sólo aprenden a cultivar resentimientos, dejando sus heridas abiertas, alimentándose con sentimientos pobres, los cuales impiden que las lesiones cicatricen.
En la vida real vemos muchas “ostras vacías”, no porque no hayan sido heridas sino porque no han cubierto con capas de nácar la substancia extraña, no han sabido perdonar, comprender y transformar el dolor en amor.
¿Tienes muchas perlas en tu corazón?
Vale la pena enfrentarse a las heridas. No seas vencido por el mal, rinde al enemigo con el bien. Dijo Einsten: El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad.
San Antonio, que vivía en el desierto recibió la inesperada visita de un joven que pedía su ayuda para un importante dilema.
San Antonio vivía en el desierto, cuando se aproximó un joven.
- Padre, vendí todo lo que tenía y di el dinero a los pobres. Solo guardé unas pocas cosas para que me ayuden a sobrevivir aquí. Me gustaría que me enseñara el camino de la salvación.
San Antonio pidió al muchacho que vendiese también las pocas cosas que había guardado y con el dinero obtenido comprase carne en la ciudad. Al regreso, debía traer la carne atada a su cuerpo.
El muchacho obedeció. Al regresar, fue atacado por perros y halcones, que
querían un pedazo de la carne.
- Ya estoy de vuelta – dijo el chico, mostrando el cuerpo arañado, mordido y las ropas en jirones. ¿Por qué me mandó hacer esto?
- Para mostrarte que lo que trajiste de tu pasado no sirve en tu presente. Cuando tengas que escoger un nuevo camino, no traigas experiencias viejas. Aquellos que dan un paso nuevo pero quieren mantener un poco de su antigua vida terminan desgarrados por los propios recuerdos.
El que encubre sus faltas no prosperará, más el que las admite y se aparta alcanzará misericordia.
Un hombre que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron los lentes en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no lo detuvo de ventilar sus fuertes opiniones.
Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo:
"El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto".
El hombre siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud y lo apartó discretamente para decirle en voz baja:
"Querido, ¡Estás mirando un espejo!"
Muchas veces nuestras propias faltas, las cuales tardamos en reconocer y admitir, parecen muy grandes cuando las vemos en los demás. Debemos mirarnos en el espejo más a menudo, observar bien para detectarlas, y tener el valor moral de corregirlas; es más fácil de negarlas que reconocerlas. Por eso es necesario hacer a un lado el orgullo pues solo con humildad podremos ver nuestros defectos y corregirlos.
El que encubre sus faltas no prosperará, más el que las admite y se aparta alcanzará misericordia.
Hitoshi es perseguido por el fantasma de su ex-amada, que no le permite dormir por las noches y le espía todo el día cuando está con su nueva novia.
Durante años, Hitoshi intentó – inútilmente – despertar el amor de aquella a quien consideraba ser la mujer de su vida. Pero el destino es irónico: el mismo día en que ella lo aceptó como futuro marido, también descubrió que tenía una enfermedad incurable y le quedaba poco tiempo de vida.
Seis meses después, ya a punto de morir, ella le pidió: - Quiero que me prometas una cosa: que jamás te volverás a enamorar. Si lo haces, volveré todas las noches para espantarte.
Y cerró los ojos para siempre.
Durante muchos meses, Hitoshi evitó aproximarse a otras mujeres, pero el destino continuó irónico, y él descubrió un nuevo amor. Cuando se preparaba para casarse, el fantasma de su ex amada cumplió su promesa y apareció.
-Me estás traicionando –le dijo.
-Durante años te entregué mi corazón y tú no me correspondías –respondió Hitoshi. -¿No crees que merezco una segunda oportunidad de ser feliz?
Pero el fantasma de la ex-amada no quiso saber de disculpas, y todas las noches venía para asustarlo. Contaba con todo detalle lo que había sucedido durante el día, las palabras de amor que él había dicho a su novia, los besos y abrazos que se habían intercambiado.
Hitoshi ya no podía dormir, así que fue a buscar al maestro zen Bashô. -Es un fantasma muy listo – comentó Bashô.
-¡Ella sabe todo, hasta los menores detalles! Y ya está acabando con mi noviazgo, porque no consigo dormir y en los momentos de intimidad con mi amada me siento muy inhibido.
-Vamos a alejar a este fantasma – garantizó Bashô.
Aquella noche, cuando el fantasma retornó, Hitoshi lo abordó antes de que dijera la primera frase.
-Eres un fantasma tan sabio, que haremos un trato. Como me vigilas todo el tiempo, te voy a preguntar algo que hice hoy: si aciertas, abandono a mi novia y nunca más tendré mujer. Si te equivocas, has de prometer que no volverás a aparecer, bajo de pena de ser condenado por los dioses a vagar para siempre en la oscuridad.
-De acuerdo –respondió el fantasma, confiado.
-Esta tarde estaba en el almacén y en un determinado momento cogí un puñado de granos de trigo de dentro de un saco.
-Sí, lo vi –dijo el fantasma.
-La pregunta es la siguiente: ¿Cuántos granos de trigo tenía en mi mano?
El fantasma, en ese instante, comprendió que no conseguiría jamás responder la pregunta. Y para evitar ser perseguido por los dioses en la oscuridad eterna, decidió desaparecer para siempre.
Dos días después, Hitoshi fue hasta la casa del maestro zen.
-Vine a darle las gracias.
-Aprovecha para aprender las lecciones que hacen parte de esta experiencia – respondió Bashô:
“En primer lugar, aquel espíritu volvía siempre porque tenías miedo. Si quieres alejar una maldición, no le des la menor importancia.
Segundo: el fantasma sacaba provecho de tu sensación de culpa: cuando nos sentimos culpables, siempre deseamos –inconscientemente- el castigo.
Y, finalmente: nadie que realmente te amara te obligaría a hacer ese tipo de promesa. Si quieres entender el amor, aprende la libertad.”
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